Crónica de una Invasión Represiva
En la madrugada del sábado 3 de enero se produjo una toma de tierras en la villa de Retiro de esta Capital Federal. Con la permanencia de familias de origen diverso, aunque aunadas por la misma problemática que padecen grandes cantidades de habitantes de este suelo: la falta de acceso a una vivienda digna. La fuerza represiva, bajo la órbita macrista, no se hizo esperar. A continuación, reproducimos un escrito que refleja lo visto, oído, compartido ese día en el barrio.
Vamos entrando a la villa, por el camino de siempre. De repente, gente agrupada en un camino de tránsito. Gente sentada, gente charlando, gente tomando mate, gente bajo una sombrilla. Paquetes de harina que mueven manos habilidosas para demarcar límites en el piso. Policías, tortugas en el camino. Señora, ¿Qué pasa?
“Una invasión”. Nos miramos los compañeros y comprendemos.
Una toma de tierras. En la entrada del barrio. Desde la feria de Retiro, hasta la feria de la entrada al barrio. Por los doscientos metros aproximados que dura el camino que en cada llegada se recorren, gente sentada en su lote, charlando, riendo, en silencio. Gente bulliciosa, gente que espera. En la villa mas mediática de estos últimos tiempos. Desafiando las últimas prohibiciones inmorales y oportunistas del jefe de gobierno.
Patricia. De Paternal. Se está quedando sin casa inminentemente. Un hermano le avisó de la toma y se vino corriendo. «Es la primera vez que me aventuro a esto. Antes no me animaba. Pero si no me quedo en la calle». Dos hijos, marido. Esta noche viene él, a cuidar. «Yo me quedo con las chicas. Dicen que el barrio no es peligroso. Nunca viví en una villa». Abrazos, buenos augurios. «La toma empezó a la noche, no tengo idea cómo ni por quiénes. Vine a las 9 de la mañana, y se está llenando de gente».
Nunca vimos algo igual, al menos en nuestra corta experiencia. La harina, las tiras de plástico materializando sueños de tierra y vivienda. Vías del ferrocarril loteadas. Gente con esperanza. Deseos de no ser explotados, deseos de que no se lucre con su necesidad. Deseos de tener un hogar, un techo, un espacio donde no convivan hacinados. Niños. Bebés.
No vemos canales de televisión. Y nos extraña mucho, aun mas, nos produce una especie de amargo presentimiento. Qué raro que los medios televisivos, tan ávidos siempre de capturar minuto a minuto todo aquello que pueda derivar en «incidentes», no instale en la toma a sus camarógrafos y reporteros.
Tampoco vemos taxis como diran los diarios. No vemos a D´Elia. No vemos a Kirchner. De hecho hace rato que no se los ve por acá. Vemos familias, grandes, chicas, oriundas y también lejanas. El rostro de la esperanza. El que no tiene fronteras.
Sí. Ahí también están los oportunistas. Como en cada barrio, como en cada provincia, como en todos los países. Ahí están los oportunistas charlando con los oficiales de seguridad del ferrocarril. Con la brigada. Con la comisaría. Los vecinos que felices se autodenominan interlocutores. Los que también son llamados “usurpadores” por los medios de comunicación. Parece que creen que por ser buchones de turno, los perdonarán y les dejarán ser parte de esta sociedad que los excluye.
Charlamos. A la mañana. A la tardecita cayendo la mal llamada noche. Volvemos a transitar este camino y saliendo ya, conocemos nuevos compañeros. Son del barrio, no los habíamos visto antes. Nos despedimos queriendo abrazar con esperanza. Solo la aplaca toda esa yuta ahí en la entrada. De civil, de uniforme azul, de uniforme marrón. Brigada, federal y la seguridad de ferrocarriles. Listos para quitarle al pueblo pobre un cacho de tierra y aleccionar el atrevimiento.
De madrugada entraron nomás. Haciendo uso de la ilegalidad que los caracteriza. A los palos. De civil. A los gases, y con balacera. «De cacería», dice Maira. La piba que había puesto la carpa para poder tener su lugar, de una vez por todas. Carpas quemadas. La Policía limpiando el terreno. De gente y de evidencias. Familias corriendo. Chicos descompuestos por los gases. Vecinos golpeados, y vecinos sangrando. Sangrando su herida y de nuevo a la lucha. De nuevo denigrados, de nuevo culpabilizados, de nuevo excluidos. De nuevo a pensar cómo, dónde, con qué.
Ni una imagen de la represion en la television. Solo se hace mencion del deposito incendiado y de los «policias heridos», como si se tratase de un «combate desproporcionado» entre quienes defienden a mano armada la propiedad privada y quienes son expulsados por ella.
Mauricio de nuevo con la fachada de buenos aires, haciendo mierda a los que menos tienen. Mauricio creyendo que ganó una pelea, con el trabajo conjunto de la policía, los servicios y los vecinos que transaron. Qué bueno, hay tantos vecinos! Qué bueno, hay tantas voluntades…
Qué bueno que todos llegaron por lo mismo al barrio, che.
Qué bueno que todos son para vos usurpadores, Mauricio.
Ya nos vamos a dar cuenta, y vamos a ser uno solo. Y ahí vamos a ver si la unión de todos tus servicios, todas tus fuerzas represivas, se anima a darnos la batalla